
Las ciencias de la vida se dedican a estudiar cómo funcionan los seres vivos, desde las células más pequeñas hasta los ecosistemas enteros. Su objetivo es conocer mejor la vida para mejorar la salud, la alimentación y el medio ambiente.
Estos profesionales investigan bacterias, virus o hongos, analizan el ADN, estudian los procesos del cuerpo humano y observan cómo los seres vivos se relacionan con su entorno. Con ese conocimiento se pueden desarrollar nuevos medicamentos, conservar la biodiversidad o crear alimentos más seguros. Por ejemplo: usar bacterias para elaborar yogures, o estudiar los peces e insectos de un río para saber si el agua está contaminada.
Las ciencias de la vida se dividen en muchos campos:
Estudiar microorganismos para tratar infecciones o crear medicinas.
Analizar el ADN para identificar enfermedades o mejorar cultivos.
Investigar cómo los seres vivos se relacionan entre sí y con su entorno.
Comprender procesos como la digestión, la respiración o el esfuerzo físico.
Usar organismos vivos para producir insulina, vacunas o alimentos.
Las ciencias de la vida también aparecen en ámbitos inesperados:
La fisiología ayuda a mejorar el rendimiento y prevenir lesiones.
La biotecnología permite fermentar alimentos o desarrollar proteínas vegetales.
La biología ayuda a diseñar huertos verticales en edificios.
Tejidos sostenibles creados a partir de bacterias u hongos.
Las ciencias de la Tierra ofrecen oportunidades muy diversas:
En universidades y centros científicos
En laboratorios clínicos o farmacéuticas
Asegurando alimentos seguros y saludables
Protegiendo espacios naturales y especies
Desarrollando terapias genéticas y vacunas
Mejorando la producción de plantas y animales
Identificando personas a través del ADN
Diseñando proyectos sostenibles que reduzcan el impacto humano